viernes, 18 de septiembre de 2009

Lo más oscuro. Lo más claro.



El duende ante la espera, quizás lo más oportuno sea saltar, ¿saltar o caer? El destino lo hace más difícil quiere que sean más centímetros, más millas, más kilómetros. Se atraviesan ramas, curvas, murciélagos en pleno día, lo más temerarios de la noche, cómo cruzar aquel mundo de idealidades perfectas, si hasta el propio día se ha quebrado antes que mi voz. No puede haber marcha atrás, no puede ser tanta historia de tantos cuentos sin contar y que la imaginación no oiga más psicofonías que las de esos ritos gloriosos de hombres con algo más que sueños, vida. Cuestionamientos que van más allá del camino, van directo hacia la venganza contra cada realidad de esta hoja que no hace más que crugir al quemarse por los tantos errores que cometiste en esta y en la otra vida. Los jadeos reflejados en espasmos que soportan los troncos de esos árboles frondosos de aquel bosque que, a su vez soportan mi solitaria presencia cargada de auténticas posibilidades, mis mayores anhelos de existencia. ¿Algo más que hacer? Unos cuantos versos que leídos son como gotas hacia el cielo y pensamientos suspendidos en la gravedad por su coincidente parecido con las corrientes que atraviesan cada uno de mis nervios. Colores en las uñas para no olvidar lo inconstante de mi personalidad, y un poco de aceite que haga oleosa mi mezcla de engaños. Llegaré cuando sea capaz de hacer encajar más que cuerpos, si no espíritus, seré capaz de distinguir conexiones de intromisiones, seré capaz de amar. No sirve el agua, la tierra, el fuego, el aire para tan grandiosa misión. Y la puerta se abre.

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